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Charlas de Madrugada

Deja tu abrigo en la entrada, toma asiento, conversemos.....

El árbol de la esquina

La brisa del viento sopló y las hojas de mi jardín van cayendo poco a poco. Mirando por la ventana cómo el cambio de estaciones se asoma por los cielos, un recuerdo tuyo ha tocado mi corazón.

En el árbol de la esquina te esperé la primera vez que te amé, cuando el amor empezaba a hacer nido en mi interior, nuestro encuentro secreto de amores y besos que nos enlazaban en una historia sin final.

El árbol de la esquina fue mi confidente cuando le conté que estaba enamorado de ti, cuando le confesé que había perdido la batalla con tu mirada, y había quedado preso de tus encantos, que el miedo a perder fue vencido por la calidez de tus manos y que de ti no tenía escapatoria.

El árbol de la esquina vio que sus besos eran suaves como la nieve y apasionados como un volcán, me daba todo y me no me daba nada, su aroma era como una droga que me llevaba a un universo que no conocí y me enseñaba un idioma que nunca escuché.

El árbol de la esquina nos escuchó planeando nuestro futuro, pensando en cosas que no existían y jurando que la eternidad nos quedaría corta. Nos vio en soles de felicidad sonriendo en cada pasaje de las estaciones, bromeando de los adultos y pensando que jamás nos pasaría lo mismo.

El árbol de la esquina nos vio pasar los inviernos más crudos que alguien pudo pasar, nos vio sobrevivir a las tempestades más fuertes que alguien haya podido soportar. Nos vio llorar, tomarnos de la mano, discutir, pelear, amarnos, sentirnos….

El árbol de la esquina nos escondía de la vida agitada, nos envolvía en sus ramas y el tempo se detenía para nosotros, nos llevaba a volar por los cielos de la pasión en las alas de la ternura.

En el árbol de la esquina no existía el adiós, éramos niños jugando al “para siempre” esperando el momento de salir de casa para ir a fundirnos en amor, éramos dos poetas que escribíamos con nuestros besos y caricias, éramos artistas esculpiendo nuestros cuerpos uno al otro, sin descuidar cada detalle, sin descuidar la esencia que nos hacía uno.

El árbol de la esquina fue nuestro testigo silencioso de los momentos que hoy solo quedan en nuestra memoria, de besos que hoy solo son huellas en ese rincón de nuestro mundo, nuestra esquina. Cada suspiro, cada palabra, cada aroma, cada parte de tu cuerpo que conocí en nuestro pedazo de mundo, cada promesa que quedo guardado en alguna realidad en el aire, cada lagrima que nos secamos queda guardada en mi ser.

El árbol de la esquina guardó entre sus hojas tu sonrisa y tus palabras, cual bálsamo que cicatriza una herida, cual melodía que nace en el corazón y muere en una lágrima, aquel susurro que en silencio me calmaba como a un infante asustado.

El árbol de la esquina que escuchó nuestras canciones, infinitas promesas de amor, nuestras melodías del alma, cada sinfonía que tus labios me dedicaban cual arrullo de paz que una madre entona a su niño.

El árbol de la esquina me escuchó cuando le conté que tu corazón ya no me pertenecía, que otra persona había ocupado mi lugar en la sombra de sus ramas, que ya de tus risas no era el artífice, que de tus besos no era el dueño, que tus caricias ya no eran para mí, mientras mil lágrimas rodean mis mejillas, tú ahora me gritas que ella no volverá.

El árbol de la esquina vio nuestros últimos momentos de amor, nuestros últimos besos, nuestras últimas caricias, nuestras últimas promesas….Y aquel árbol soltaba sus ramas en señal del fin de una estación, el fin de un ciclo, el fin de nosotros.

Los besos no son besos, las risas no son risas, eso solo lo sabe: el árbol de la esquina.

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