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Charlas de Madrugada

Deja tu abrigo en la entrada, toma asiento, conversemos.....

La Última Brisa De Su Presencia

La Última Brisa De Su Presencia

Era verano del 2019, había programado mi viaje al “Salto del Ángel” hace varios meses atrás haciendo las compras y reservas respectivas para no olvidar nada a última hora. Marcos, mi psicólogo, me había motivado a realizar este viaje y creo que fue lo mejor que pudo sugerirme. A dos años de haber perdido a Melisa en aquel accidente de coche, acepté que a mi manera no pude superarlo, necesitaba ayuda.
El vivir solo en una ciudad tan grande como Madrid era una odisea: los ruidos, los coches, las luces, la gente y todo lo que conlleva Madrid era muy pesado para un joven solitario como yo, aún más después de perder a Melisa, el amor de mi vida.

Había conocido a Melisa a finales de 2013 y nos enamoramos casi al instante. Un encuentro accidental en casa de nuestra amiga en común Nicole, había sido el detonante para lo que sería la historia de amor perfecta en mi vida. Melisa era una chica de piel trigueña, ojos tiernos y mirada tranquila, tenía una voz dulce, como de niña pequeña y su sonrisa irradiaba donde sea que estuviese, además que por primera vez en toda mi vida pude tener una charla interesante con otra persona, ya que Melisa era muy culta e inteligente y podías hablar de cualquier tema con ella. Bastaron solo días para hacer “clic” entre ambos y decidimos irnos a vivir juntos. Si, así de locos e impulsivos fueron nuestros tiempos de novios, era como haber encontrado a tu alma gemela a la vuelta de la esquina.

Así fueron todos esos años de felicidad hasta aquel trágico día de octubre, en que una llamada del Hospital Central me avisaría que Melisa sufrió un accidente de coche, donde su estado de salud era delicado, por lo que en ese momento sentía que mi mundo se desmoronaba.

Llegue al hospital lo más rápido que el tráfico de la ciudad me lo permitió, llegué empapado ya que ese día llovía a cántaros, pero no importaba mucho mi salud, yo quería ver a Melisa, tomarle la mano y hacerle saber que estaría ahí con ella hasta que todo salga bien, pero nada me prepararía para ese momento en que el médico me tomaría por el hombro para decirme que ella ya había partido a un mejor lugar y, quizás pensando que me confortaría en algo, resaltó que se fue sin dolor, sin darse cuenta que el dolor me lo dejaba a mí.

Desde ese día mi vida nunca volvió a ser la misma. Me aleje de mis amistades, perdí contacto con mis padres, renuncié a mi trabajo y dejé de hacer todas las actividades que normalmente hacíamos junto con Melisa, ya todo había perdido sentido para mí, incluso el vivir.

Puedo decir que lo único que pudo mantenerme a flote fueron los niños. Melisa y yo participábamos de un voluntariado en el Hospital Sur para niños con cáncer y quemaduras graves, asistíamos 3 veces por semana ayudando con sus necesidades, jugando con ellos, y dándoles mucho tiempo de atención que necesitaban. Realmente no deseaba ir solo, pero recordaba que el compromiso con ellos iba más allá de mi estado de ánimo y que era algo que ella amaba hacer, entonces por ella y los niños, dos semanas después de lo de Melisa, decidí volver con ellos.

Así fue como conocí a Marcos, mi psicólogo. Él era papá de Matías, uno de los niños con cáncer del Hospital del Sur. Él, como todos los padres de los niños del hospital, se había enterado de la tragedia con Melisa y esperó hasta verme a solas para hablarme:

- No he querido molestarte ni ser imprudente con tu dolor, pero quiero que sepas, que si necesitas hablar con alguien, cuentas conmigo incondicionalmente. – me dijo mientras me daba su tarjeta con su número telefónico.

- Muchas gracias Doc. – le dije a Marcos, aún sin estar muy seguro de tomar su palabra, puesto que no había hablado con nadie de mi duelo y no sabía si estaba listo.

Ese día llegue a casa pensativo, analizando si tal vez era buen momento de exteriorizar mi duelo y quizás ayudarme a salir del abismo en el que me sentía.  

Mire la tarjeta de Marcos durante horas, hasta que algo dentro mío me hizo pensar que no tenía nada más que perder, y algo de ayuda no vendría mal.

Asistí a terapia de duelo con Marcos durante ocho meses, dos veces por semana y debo admitir que fue mucho más liberador de lo que me hubiese imaginado. Si bien habíamos avanzado mucho, Marcos me hacía notar que aún me faltaba soltar a Melisa de mi mente, tenía que avanzar con mi vida y me sugirió que quizás un viaje en soledad me ayudaría a cerrar ese ciclo.

Debo admitir que al comienzo ni siquiera lo consideré, pero conforme pasaron los días me fui dando cuenta que si seguía de la misma manera acabaría mal y en el fondo sabía que es algo que a Melisa no que hubiese gustado de mí, entonces lo hice.

Siempre fui de lugares con agua y vegetación, me llevaba de vuelta a mi infancia cuando papá nos llevaba de campamento en verano a mi mamá y mis hermanos, solíamos ir al “Salto del Ángel” un lugar boscoso a diez kilómetros del monte Tibidabo en Barcelona, lugar lleno de flora de todo tipo, y además, en medio bosque, se encontraba una cascada cristalina donde nos gustaba con mis hermanos jugar debajo de donde caía la corriente de agua. Esos recuerdos y ese lugar me traían paz, justo lo que necesitaba en mi vida, por lo que no dude en hacer todas las gestiones para viajar allí nuevamente.

Fue un día entero de viaje por avión y carretera hasta que al fin llegué. Era muy temprano por la mañana y no estaba realmente cansado ya que vine durmiendo casi todo el viaje así que decidí dejar mis cosas en una cabaña que había alquilado cerca y me preparé para empezar mi caminata por el lugar. Todo seguía tal y como lo recordaba, mucho bosque, sol, pequeños animales por los árboles y a lo lejos podía escuchar el sonido de la cascada cayendo en su cauce.

Realmente sentí que mis ánimos subieron y me adentré emocionado por volver a un lugar con tanto recuerdo y emociones.

Después de caminar unos minutos llegué a la cascada del bosque y de igual forma nada había cambiado en el lugar, estaba tal y como lo recordaba de pequeño, me sentí con mucha nostalgia y me acomodé en una piedra cerca del riachuelo para descansar y meditar.

Había sacado una manzana para comer cuando pude observar que por debajo de la cascada al otro lado de donde yo estaba, había una persona sentada casi al borde del riachuelo, pero era muy extraño porque…..no, era imposible, no podía ser……

Pensé que quizás estaba tan cansado que estaba empezando a tener alucinaciones y me acerque al agua para mojarme la cara y ver mejor y cuando lo hice ella me estaba mirando.

Esa mirada tranquila y esos ojos tiernos los podría reconocer en este y otros mundos, pero era imposible, ella estaba…….ella no podía ser…….

Nos quedamos viéndonos fijamente unos segundos, pero que en mi mente pareció una eternidad, y de pronto ella levantó su mano e hizo un ademán para que me acercara. A pesar de la distancia pude ver la expresión en sus labios que me decía: Ven.

Realmente no entendía que estaba pasando, pero sentí que mi cuerpo se movía solo, y reaccionaba independiente a mi voluntad. Avanzaba hacia ella y tuve una tormenta de sentimientos encontrados, no sabía qué hacer, no sabía que decir, ese momento estaba sucediendo como en cámara lenta ¿Era real? ¿Estaba confundido con alguien muy parecida? ¿Me había golpeado la cabeza? Miles de preguntas me inundaban ese momento pero solo quería llegar y saber si era ella.

Cuando estuve lo suficientemente cerca quedé petrificado, era Melisa.

- No te asustes cariño, sé que debes tener miles de preguntas en este momento, pero antes que digas algo debes saber que hay cosas que no puedo responderte ahora, no tenemos mucho tiempo, así que lo más importante ahora eres tú. – dijo Melisa.

- Y… ¿Yo? – dije casi titubeando – Yo no creo ser el importante en esta charla, quiero saber si estoy soñando para no despertar o si esto es real para quedarme aquí para siempre.

- Tú nunca cambias ¿verdad? – Me dijo Melisa mientras sonreía – Siempre queriendo respuestas lógicas pero, ¿Sabes amor mío? Hay cosas en esta vida que simplemente debes aceptarlas como son, sin preguntas ni cuestionamientos, porque a veces solemos perder la cabeza en cuestiones que no tienen una respuesta para nuestra mente finita y perdemos de algo más importante que hacerle preguntas a la vida, que es VIVIRLA.

- Quizás para ti es fácil decirlo porque no has pasado lo que me tocó a mí, perderte en un momento sin poder decirte cuanto te amaba y cuanto significabas en mi vida – dije con mis ojos llenos de lágrimas.

- Amor mío, a veces las personas no se dan cuenta que sus acciones hablan más que sus pablaras, quizás no me lo pudiste decir, pero hasta mi último momento de vida me sentí amada y protegida por ti, nunca jamás me habían amado de esa manera por eso me fui en paz y feliz porque lo que tu hacías por mí llenó mi vida y es por eso que estoy aquí hoy – dijo Melisa mientras me tomaba las manos – Quiero que sigas con tu vida, tus proyectos, tus planes y tus metas, eso era algo que me encantaba de ti y no quiero que lo cambies, quiero sigas cuidando y dando amor a los niños del hospital porque de esa manera estaré presente contigo siempre y nunca saldré de aquí – Melisa tomó mi mano y la puso en mi corazón.

- Siempre te amaré hasta el día que te vuelva a ver y no me despediré de ti porque no quiero que te vayas nunca de mi lado, quiero que estés conmigo en todos mis planes que realice y si me prometes eso entonces te dejaré ir. – dije mientras tomaba su mano.

- Yo nunca me ido de tu lado vida mía – dijo Melisa mientras me secaba mis lágrimas – Yo siempre estuve contigo, y nunca me iré de tu lado, ahora ve y sé ese hombre que tanto amé.

En ese momento como el humo se dispersa con el viento, Melisa se había ido y yo estaba parado enfrente a la cascada, con las manos en el aire, sintiendo la última brisa de su presencia.

Estuve ahí muchas horas, meditando acerca de lo ocurrido y ahora pienso que realmente debemos ser la mejor versión de nosotros mismos pues es lo que ellos, que ya no están, hubiesen querido de nosotros.

 

 

 

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